Tiempo

¿Qué nos depara el futuro?

Podemos reformular esa pregunta:

¿Qué es lo que quieren las personas que les depare?

¿Y a qué le llamamos futuro? ¿Mañana? ¿100 años a partir de este momento? ¿216 años a partir de este momento?

El concepto de futuro está asociado, en la mayoría de las personas, con sus deseos personales – y  lo que desea para su descendencia o lo que entiende como consecuencia del hecho de estar “vivo”:  

El futuro puede ser, en su forma más básica, un “lugar” en el cual estás seguro que sobrevivirás y que las probabilidades de que mañana suceda lo mismo son altas- tanto que ni siquiera tienes que pensar en ello y sigues una rutina y no sientes angustia al pensar “hacia adelante”. Tal vez es la definición de “tranquilidad” o “paz” y también es aquello a lo que consideramos nos da acceso la “civilización”- aun cuando eso es algo discutible.

A partir de ello, existen más anhelos de recibir “algo” más: el futuro es un lugar donde obtienes o sientes que puedes obtener más dinero, respeto- reconocimiento, aceptación, fama- “poder” de decisión sobre lo que te va a suceder y a los que te rodean, o descubrir más de la realidad donde vives…etc.

Esta “construcción” suele ser complementada para una persona con su descendencia- en cualquier forma. Los mismos anhelos, trasladados hacia lo que consideramos un “resultado” de nosotros mismos en diversas maneras- en su forma más básica, querer lo “mejor” para el futuro pero como “yo” lo entiendo, o querer lo “mejor” para el futuro entendiéndolo como lo que me hará sentir orgulloso o “realizado”- a “mí”-…etc.

El punto es que esta visión de futuro suele abarcar como máximo hasta la tercera generación. Lo mismo que la memoria o el pasado suelen solo abarcar tres generaciones hacia atrás. Una persona suele tener cierta “idea” de lo que lo originó pero solo hasta el progenitor del progenitor- y no siempre.

Sin embargo, notamos que esta sensación por sí misma no sería suficiente para que existieran reinos, países… incluso una civilización  global.

Si todas personas solo sienten identificación con él mismo y sus anhelos, e incluye en ello solo su círculo cercano y su descendencia directa en el “espacio” de sus vidas, entonces nadie sentiría el impulso de establecer construcciones físicas que perduren- como pirámides y monumentos y edificios de gobierno etc.- y construcciones en forma de leyes  e instituciones y sobre todo, formas de educación y formación que permitirán la existencia de un país, un corporativo, una industria, un “reino”…etc. Es decir, construir para un futuro que aparentemente no tiene nada que ver con él mismo – ni sus “hijos” o “nietos”.    

Para esto se necesita la mente de un “rey”: alguien capaz de hacer planes sintiendo como parte de él una “dinastía” prolongándose en el tiempo y las otras partes de su “reino” como “parte del plan” y como partes a considerar hacia el futuro- aún si es para explotarlos o para que su descendencia directa siga ejerciendo control y “poder” sobre ellos…etc.

Obviamente en general, ese tipo de “mente” no es atribuible a la mayoría de las personas. Pero vemos su huellas en antiguos “reinos”, países, identidades,  legislaciones y formas de educación  y todo tipo de estructuras con las que se “decidió” construir lo que hoy llamamos presente- lo que para ellos fue un “futuro” siglos atrás.

 Tal vez no fue de forma totalmente “consciente”, pero si con sensaciones muy claras  acerca de lo que deseaban- y los deseos que abarcan más en el tiempo, “dominan” y “dirigen” aún  si no nos damos cuenta.

 Son este tipo de deseos en la humanidad y dentro de cada uno los que construyen un futuro y le dan “forma”- aún sin “saberlo”.

Es decir, podríamos no estar conscientes de lo que en realidad es determinante.

 Por ejemplo, si decimos: “con la forma en que estamos educando a la humanidad, la industrialización  y competencia y alienación tendrán como resultado que  tu descendiente en seis generaciones más, vivirá y morirá en una guerra humillante y sangrienta y sus hijos sufrirán humillaciones sin nombre  en campos de concentración”… eso no significa “nada” para casi nadie- incluso de forma consciente tampoco para quienes tienen una sensación de futuro más “desarrollada” y aún tienden a crear “dinastías”.

Para que alguien “reaccionara” y comenzara  pensar en otros tipos de formación  y educación y cómo implementarlos tendría que “sentir” de alguna manera ese estado. Al menos un cierto porcentaje de lo que sentirá  al presenciar y experimentar los resultados de nuestro “presente”- un estado en que incluso quien realmente ha sentido en la práctica- no alardeando y posando- ser “fuerte” y “poderoso” y estar dispuesto a “todo” antes que “pedir” o “suplicar”…se desplace hasta presencias que “desprecia” o “ignora”  y pida con la “mirada baja”: “muéstrame”.  

Más aún, lo que habrá que mostrar será cómo “sentir” a todas las personas como partes o consecuencias de ti mismo- o a ti mismo como consecuencia de todo y “todos”.

Solo piensa en todos tus contemporáneos como descendientes-o consecuencias de ti mismo- que aún que no puedes “sentir” y a ti mismo como descendiente-o consecuencia- de que todo y todos los demás “existen”.

Por algo una de las historias más “relevantes” o “elevadas” jamás contada en realidad es llamada “Nombres”.

Si observamos bien, el futuro solo apunta hacia cada vez más “unicidad”, y mientras más la “sentimos”, más cambia- gradual e inconscientemente- nuestro concepto del tiempo.

Por lo tanto, expresarlo de todas las formas posibles, mientras sea posible – aún si no provoca ninguna aparente “reacción”- nunca será una “perdida” del mismo.  

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